Desde que a comienzos de 2012 me incorporé como asesora internacional del Programa de Transformación Productiva (PTP) del gobierno colombiano, he tenido la ocasión de conocer de primera mano los cambios que se están produciendo en el país en materia de competitividad e innovación.
Con frecuencia comparto con mis colegas europeos el entusiasmo y dinamismo que percibo en las autoridades, instituciones y empresarios colombianos, su compromiso con la innovación y la internacionalización y su interés en apostar por los sectores tecnológicos y, al mismo tiempo, modernizar los denominados sectores maduros ─sobre los que descansa hoy el grueso del PIB y por ende las expectativas de crecimiento económico en el corto plazo─.
Colombia es el segundo país más megadiverso del mundo: alberga nada menos que el 14% de la diversidad del planeta
Afortunadamente, este entusiasmo no se refleja solo en ambiciosos planes, sino en realidades. Los cambios que se están produciendo en el emergente mundo de la biotecnología colombiana son una de estas realidades que merecen una reseña en esta plataforma del Banco Interamericano de Desarrollo.
Uno de los aspectos más atractivos de la biotecnología es que se trata de un conjunto de tecnologías muy variado con aplicaciones en múltiples sectores. Es un sector de actividad en sí mismo, pero también una palanca competitiva para multitud de sectores, maduros usuarios de este tipo de actividades, que en algunos países representan cerca del 30% del PIB. Eso explica el interés que genera en tantos gobiernos y en organizaciones como la Unión Europa, que en 2012 ha lanzado su Estrategia de Bioeconomía “Innovando para un crecimiento sostenible”.
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