El déficit habitacional no se limita a la falta de un techo: implica evaluar múltiples dimensiones estructurales y no estructurales de las viviendas. Para estimarlo, se requiere definir estándares mínimos de habitabilidad y contar con datos confiables que permitan comparar la situación real de las personas con esos estándares. Censos, encuestas de hogares, registros administrativos e incluso imágenes satelitales son algunas de las fuentes que las oficinas nacionales de estadística utilizan para este fin. Usarlas de forma complementaria es clave para producir diagnósticos más precisos y orientar políticas públicas efectivas que reduzcan la brecha habitacional en América Latina y el Caribe.
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