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Emprendedores

¿Emprender = innovar?

Cuántas veces escuchamos a emprendedores decir que su producto es “un concepto innovador”. Las palabras emprender e innovar son utilizadas cotidianamente como sinónimos. Pero…. ¿Es así? ¿Son lo mismo? ¿Qué las diferencia?

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Responder a la pregunta si emprender es lo mismo que innovar no resulta tan simple. Como te digo una cosa, te digo la otra… o dicho de otra manera, puede ser, pero no necesariamente. Pero sería bueno que lo fuera. O no necesariamente.

Para responder más cabalmente a la pregunta, lo invitamos a recorrer brevemente algunos conceptos. 

La visión de la estrategia innovadora

Existe una opinión muy generalizada en cuanto a considerar a la innovación como una de las vías fundamentales en la renovación de las ventajas competitivas de las empresas y el factor explicativo del desarrollo económico. Para que exista innovación, tienen que existir dos componentes fundamentales: la presencia de novedad y la ocurrencia de un salto relevante en la creación de valor a través de esa novedad. Siempre considerando que la innovación no se determina en absoluto, sino en referencia a unos sujetos y a unas circunstancias dadas. ¿Pero eso implica necesariamente emprender?

¿Qué es emprender?

Si bien la definición “popular” de emprender es empezar un nuevo negocio, resulta insuficiente en un mundo donde la incertidumbre y el cambio obligan a los directivos y líderes de empresas, en varios niveles de la organización, a aplicar sus habilidades emprendedoras para su actividad diaria. 

Actualmente encontramos conceptos más amplios, que definen la actividad emprendedora como la identificación de una oportunidad, obteniendo los recursos y poniendo el liderazgo para crear valor (social y económico), en una variedad de contextos (Babson College). ¿Pero eso implica necesariamente innovar?

Como te digo una cosa, te digo la otra

Se puede emprender sin innovar. Se puede explotar una oportunidad de negocio en el contexto que sea (a través de una start-up, como una nueva línea de negocio de una empresa existente, o en todas las otras variantes de emprender), sin que esa creación de valor cumpla con las características de innovadora: que sea una propuesta de valor novedosa y que exista un salto relevante en la creación de valor a través de esa novedad. 

Ejemplos de esto serían propuestas que no tienen diferenciación pero que igual son exitosas porque existe un mercado desatendido; o que tienen una ventaja competitiva con una propuesta de valor levemente incremental, pero no implican un salto significativo en su propuesta de valor; o copias o franquicias de conceptos ya existentes en el mercado. Cualquiera de estos ejemplos, implica emprender sin que sean propuestas innovadoras.  

Pero para que las empresas sean pujantes a lo largo del tiempo, tienen que generar ventajas competitivas sostenibles, distinguirse de los competidores, producir beneficios económicos, y que esas ventajas no sean fácilmente imitables. El ser diferente, el aportar valor al consumidor por la vía de esas diferencias, y el preservar esas características a lo largo del tiempo son la clave del éxito. Y esto es muy difícil de lograr sin innovar, o de ir innovando a lo largo del tiempo para tener una ventaja competitiva sostenible. 

Todas las empresas quieren diferenciarse, la cuestión es la vía por la que procuran lograrlo. Diferenciarse es diseñar una propuesta de valor —de la cual el precio es uno de sus componentes— distinta de las restantes propuestas de valor existentes. El mismo Porter definía: “La estrategia competitiva consiste en ser diferente. Significa la elección deliberada de un conjunto diferente de actividades para brindar una propuesta de valor única”. 

¿Y entonces? 

Se puede iniciar un emprendimiento sin innovar. Se puede encontrar una ventaja competitiva haciendo más de lo mismo porque hay un público que está desatendido, o copiando un concepto ya existente. Pero será muy difícil sostenerlo en el tiempo y generar beneficios económicos si no se innova en algún momento, si no genera ventajas competitivas que produzcan un incremento en la propuesta de valor. Por lo que si bien innovar y emprender no es lo mismo, lo invitamos a que lo sea. 

Este artículo ha sido escrito por Isabelle Chaquiriand, directora del Centro de Emprendimientos Deloitte del IEEM y Leonardo Veiga, profesor del IEEM.

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